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Consecuencias psicosociales y de salud mental derivadas de las emergencias – Llamamiento a la acción mundial

noviembre de 2020

Dick Clomén, director del Proyecto del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja sobre la atención de las consecuencias psicosociales y de salud mental derivadas de los conflictos armados, las catástrofes naturales y otras emergencias (MOMENT)


Resumen

La pandemia mundial de COVID-19 ha puesto de manifiesto cuán pertinente, oportuna y necesaria es la resolución 2 sobre la “Atención a las necesidades psicosociales y de salud mental de las personas afectadas por conflictos armados, catástrofes naturales y otras emergencias”, que fuera aprobada unánimemente por los Estados y las Sociedades Nacionales en la XXXIII Conferencia Internacional. En ella se insta a redoblar los esfuerzos para atender las necesidades relativas a salud mental y atención psicosocial. Ante la incertidumbre, el estrés adicional y la angustia causados por la pandemia, las necesidades psicosociales y de salud mental han adquirido visibilidad en el debate público. Hoy, más que nunca, la diversidad y la complejidad de las necesidades humanitarias demuestran la importancia de una intervención integral e integrada que aborde las diversas necesidades relativas a la salud mental y la atención psicosocial de las personas afectadas por conflictos armados, catástrofes naturales y otras emergencias.


Los acontecimientos

En 2019, por primera vez en su historia, la XXXIII Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Conferencia Internacional) exhortó a la intensificación de los esfuerzos mundiales para atender a las necesidades psicosociales y de salud mental. En la resolución 2 de esa conferencia, Atención a las necesidades psicosociales y de salud mental de las personas afectadas por conflictos armados, catástrofes naturales y otras emergencias, aprobada unánimemente por los Estados y las Sociedades Nacionales, se destacó que “esas necesidades aumentan significativamente a raíz de tales situaciones y que las condiciones preexistentes pueden resurgir o resultar exacerbadas”. Esta declaración cobró sentido cabal y concreto apenas unos meses después de que fuera aprobada, con la violenta llegada de la pandemia de COVID-19, que  puso de manifiesto cuán pertinente, oportuna y necesaria es esa resolución.  

Al inicio de la pandemia, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Movimiento) pudo advertir las profundas consecuencias psicológicas de esta y de las medidas establecidas para prevenir la enfermedad. Los temores y preocupaciones en torno al contagio del virus, a la pérdida de seres queridos y al colapso de los sistemas de salud aún cunden entre las comunidades a las que las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja prestan apoyo, así como entre su personal y las redes de voluntarios. Las medidas impuestas por los gobiernos para prevenir la propagación de la enfermedad, con inclusión de las restricciones de confinamiento, las cuarentenas, el cierre de las escuelas y el distanciamiento físico, sumadas a las consecuencias sociales y económicas conexas, agravan la angustia y el riesgo de problemas de salud mental. La pandemia se ha cobrado un alto precio en lo que atañe a la salud mental de millones de personas ya afectadas por desastres, conflictos y emergencias en el mundo.

Una encuesta reciente realizada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)[1] en siete países reveló que el cincuenta y uno por ciento (51%) de los adultos considera que la pandemia de COVID-19 ha afectado negativamente su salud mental. Casi dos tercios de las personas encuestadas coincidieron en que el cuidado de la salud tanto física como mental ha adquirido mayor importancia desde el comienzo de la crisis motivada por la COVID-19. Según una encuesta reciente llevada a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), si bien aumenta la demanda de servicios de salud mental y apoyo psicosocial, la pandemia de    COVID-19 ha perturbado o paralizado por completo los servicios de salud mental esenciales en más del noventa por ciento (90%) de los países del mundo.

La incertidumbre en torno a la enfermedad, su duración y sus consecuencias sociales y sanitarias a largo plazo agudizan el estrés y la angustia. Los mitos e ideas equívocas se propagan con rapidez en muchas comunidades y de ahí la gran importancia de que la población tenga acceso a información correcta y oportuna. Como siempre ocurre en la acción humanitaria, la confianza es esencial, sea la confianza en la información, en las soluciones y en los agentes que las aportan.

El nuevo informe titulado “The greatest need was to be listened to”: The importance of mental health and psychosocial support during COVID-19 reúne experiencias, perspectivas y recomendaciones del Movimiento sobre salud mental y apoyo psicosocial en relación con la pandemia. La diversidad y la complejidad de las necesidades humanitarias en contextos de países como Bangladesh, Colombia y Yemen destacan la importancia de una intervención amplia e integrada que aborde las diversas necesidades relativas a salud mental y atención psicosocial de las personas afectadas. El informe también revela que la colaboración con las poblaciones afectadas y su participación en las intervenciones pueden favorecer el acceso de la población a los servicios de salud mental y apoyo psicosocial, así como el logro de soluciones pertinentes y duraderas. Tanto los voluntarios como los miembros del personal que participan en las actividades de asistencia se ven profundamente afectados por la exposición a situaciones de angustia y los períodos de trabajo prolongados en condiciones adversas. Si no garantizamos la salud mental y el bienestar psicosocial de estas personas, resultará imposible prestar servicios humanitarios de calidad que sean adecuados y duraderos.

Un aspecto positivo reside en que la pandemia de COVID-19 ha conferido visibilidad a las necesidades relativas a salud mental y atención psicosocial en el debate público, lo que permite aprovechar el apoyo político y los recursos adicionales necesarios. La pandemia también nos ha obligado a adaptarnos e innovar, a fin de mantener los servicios y cuidados esenciales.

En la actualidad, tan solo el dos por ciento (2%) de los presupuestos nacionales de salud y menos del uno por ciento (1%) de la ayuda internacional asignada a cuestiones sanitarias se destinan a la salud mental. Según la OMS, antes de la pandemia de COVID-19, los trastornos de depresión y angustia ocasionaron pérdidas en la productividad económica anual estimadas en por casi un billón de dólares.

Así, es esencial una mayor inversión en los servicios de salud mental y apoyo psicosocial para que las personas, familias y comunidades puedan sortear con éxito las dificultades derivadas de situaciones de emergencia, como la pandemia en curso. Esta ha demostrado claramente que la resolución adoptada en el marco de la XXXIII Conferencia Internacional es una herramienta pertinente y, además, sumamente necesaria para la promoción de este ámbito esencial y, si cabe aun más importante, para fomentar la mayor participación de todos los agentes competentes en la atención de las necesidades relativas a salud mental y apoyo psicosocial.

Con el fin de respaldar el cumplimiento de las obligaciones contraídas a nivel mundial, el Movimiento ha fijado una hoja de ruta para 2020-2023 (Roadmap for implementation 2020–2023), que propiciará asociaciones estratégicas e inversiones esenciales para abordar las necesidades relativas a salud mental y atención psicosocial. Esas iniciativas nos aportan la  esperanza de que, incluso en estos tiempos de adversidad, las actividades para atender las necesidades psicosociales y de salud mental ocuparán un lugar prioritario y recibirán los recursos necesarios, de manera que las personas afectadas puedan superar las dificultades que enfrentan.


[1] Ipsos, septiembre de 2020. La encuesta fue solicitada por el CICR y realizada por la empresa Ipsos en siete países, utilizando una metodología mixta.

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