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Juino 2021

Autora: Sandra D’Urzo, asesora principal en alojamiento provisional y de emergencia y asentamientos, Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

Colaboración: Aynur Kadihasanoglu, asesora principal en resiliencia ante desastres urbanos, Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja


Síntesis

La pandemia en curso y sus consecuencias duraderas a largo plazo exigen la intensificación de los esfuerzos encaminados al fortalecimiento de la resiliencia de las comunidades urbanas. Las ciudades son tanto centros neurálgicos de desarrollo e innovación como epicentros de grandes desafíos para las comunidades vulnerables.

Surge la pregunta de cómo mejorar la eficacia de la acción humanitaria en las zonas urbanas y del tipo de innovaciones necesarias para abordar la complejidad de los entornos urbanos y la fragmentación de las comunidades. Si bien las operaciones en contextos urbanos no son una novedad para el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Movimiento), este debe adoptar nuevas modalidades de trabajo en las ciudades, con inclusión de asociaciones más amplias y la promoción de mayores inversiones con miras a la reducción de los riesgos, la inclusión social y la igualdad de las personas más vulnerables. 


Las ciudades albergan posibilidades de esperanza, empleo, tecnología y desarrollo económico.  Cuando son objeto de planificación y gobierno adecuados, pueden ser hábitats con óptima sostenibilidad ambiental. Son también los lugares donde están acogidos la mayor parte de los refugiados y personas desplazadas en el mundo, que tras recibir asistencia a lo largo de las rutas de migración, se incorporan a nuevas ciudades. Sin embargo, en caso de  desastre, las comunidades urbanas pobres sufren de forma desproporcionada. Los recientes desastres urbanos ocurridos en diferentes lugares del mundo, como Beirut y Manila, pusieron de relieve la significativa contribución que pueden aportar las Sociedades Nacionales para reducir los riesgos e incrementar la resiliencia comunitaria, a través de miles de secciones y filiales y de millones de voluntarios presentes en las ciudades.

La compleja dinámica de las ciudades requiere un cambio de percepción: se suele considerar que las cuestiones urbanas atañen al ámbito del “desarrollo”, y hay quien argumenta que este incumbe al Estado, sin que las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja cuenten con la competencia necesaria al respecto. Se las considera agentes de intervención ante emergencias con alto valor inmediato, pero no necesariamente con una función a largo plazo.

Los sistemas urbanos están relacionados entre sí, son fluidos y requieren flexibilidad y agilidad ante situaciones que cambian. “Nunca existe un problema aislado, siempre va acompañado de otro” recuerda Jaya Tulha, que dirigió el programa de resiliencia de las ciudades costeras de la Cruz Roja Indonesia, en Yakarta (Indonesia), “Es necesario un diálogo entre las partes interesadas que tienen pericia y aquellas con autoridad en la materia, a fin de resolver el problema de manera conjunta”.

No es posible disociar quirúrgicamente las cuestiones y necesidades humanitarias de las cuestiones y necesidades desarrollo en las ciudades, ni categorizarlas bajo los “silos sectoriales” habituales, pues se trata de sistemas interdependientes y conectados entre sí.
 
Sería impensable preguntar al hijo de una madre soltera, que ha quedado sin empleo en una economía informal, si sus necesidades son más de orden humanitario o de desarrollo, cuando esta no puede hacer reparar su vivienda porque carece de un contrato de alquiler. Lo realmente importante es encontrar puntos de partida que permitan tener incidencia en la vida de las personas y aportar soluciones que contemplen factores a mediano y largo plazo.

Sin duda no existe una solución milagrosa que abarque todas las dimensiones del programa de resiliencia urbana. Pero podemos abogar por ciertas mejoras positivas, como la reducción de la vulnerabilidad de las comunidades urbanas pobres, en particular aquellas que viven en alojamientos provisionales y en zonas de alto riesgo, mediante procesos participativos impulsados por estas, a fin de encontrar soluciones modulables que reduzcan los riesgos en su entorno de vida.

Podemos exhortar a un desarrollo urbano participativo, en el cual la comunidad desempeñe una función en la búsqueda de soluciones, y al establecimiento de más asociaciones en las que exista la participación proactiva de los miembros de la comunidad por un lado y, por otra, –ya se trate de la asignación de tierras, infraestructuras comunitaria o acceso a servicios básicos– los sectores interesados y demás asociados urbanos asuman su responsabilidad, de manera que ambas partes aprovechen mutuamente sus capacidades. Utilizamos nuestras herramientas probadas, las evaluaciones de capacidades y vulnerabilidades, la labor puerta a puerta de los voluntarios y nuestros conocimientos de las dinámicas locales. Se trata de un desarrollo inclusivo, un desarrollo con rostro humano, un desarrollo que fomenta la resiliencia. Ello forma parte de nuestra identidad, de nuestro ADN humanitario y de nuestra esencia singular.

Abogamos por inversiones más importantes en la reducción de riesgos, que vayan acompañadas del fortalecimiento de la acción anticipada basada en el conocimiento de los riesgos, en la tecnología, y en los datos y previsiones científicos, para reducir a un mínimo la pérdida de vidas y de bienes civiles. Esto puede incluir el uso de tecnología inteligente, mensajes innovadores de amplia difusión que salvan vidas, como la Plataforma de servicio de Whatnow o acuerdos de alquiler exento de pago tales como la iniciativa Open Homes de AirBnB.   

La sensibilización y los programas integrados son piedras angulares de la resiliencia urbana. Sin duda, la planificación urbana ni la gestión de tierras son nuestra responsabilidad, pero si podemos concebir iniciativas pertinentes, por ejemplo, la reconstrucción en condiciones más segura, el apoyo para la obtención de la tenencia de tierras, la formación de las familias en tecnologías de mayor calidad o en finanzas, y la capacitación de las comunidades para que aboguen por mejores condiciones de saneamiento, gestión de desechos y medidas relativas al hábitat.

Las nuevas modalidades de trabajo exigen que las Sociedades Nacionales concedan mayor énfasis a la función de apoyo, facilitación e interacción respecto de las comunidades, en lugar de aplicar un enfoque de proveedor de servicios.

No cabe duda de que esta es nuestra ventaja comparativa, y que contamos con la pericia y la experiencia de trabajo a nivel comunitario, así como con las destrezas necesarias para situarnos a la vanguardia del cambio.

Véase también

Prepare Center: Kit de Acción Urbana.
Plataforma Whatnow.
Urban Resilience Toolkit (disponible únicamente en inglés)
Owner-Driven Housing Reconstruction Guidelines (disponible únicamente en inglés)
Post-disaster settlement planning guidelines (disponible únicamente en inglés)
Heatwave Guide for Cities (disponible únicamente en inglés)
City Heatwave Guide for RCRC Branches  (disponible únicamente en inglés)
Business Preparedness Initiative (disponible únicamente en inglés)

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